Pluviofila.
lunes, 6 de julio de 2015
Tiempo de escritura
La musa maldita:
Y de nuevo estoy yo pensando en ella y con ella mi mano y con mi mano el deseo y la inspiración.
Malditas sean sus caderas que cuando las veo me mesen, maldita sea su boca que solo me busca, maldita sea la palabra que se amontona en sus labios estúpida e irreverente , maldita sea su espalda que solo me llama , malditas sean sus piernas que se tornean frente a mí.
Y yo, maldita sea yo, que le permito jugar con la moral, con la creencia, con la costumbre y la tradición y mientras me engatusa me olvido, me olvido de quien soy, de que hago, de mi mano y de lo que esta escribe, me olvido de que ella es ella y yo soy yo y me torno suya y ella “mía”, dejo de ser clase y pretensión, para ser quien la deshila , quien la descifra, para conquistarla, para tomarla, para pecar, para morir en su pecho y nacer con su latido.
¿Cómo le hago entender yo a mi mano que ella es pecado? ¿Cómo me hago entender que la moral es mi excusa para ocultar el deseo? ¿Cómo me olvido yo de ella? ¡Maldición! ¿Cómo la olvido a ella y a sus malditas formas que no son más que perfectas?
Maldita seas musa querida
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